DIARIO PROVISIONAL
Que quede clara una cosa: nunca he hecho un diario, ni tenido interés en hacer uno. Únicamente llevo a cabo esta tarea para informar a quienes nos sucedan por lo que pudiera pasar. Sólo por si acaso... ya me entendéis, ¿no?
INFANCIA Y ADOLESCENCIA
Bueeeenoooo... podría haber sido peor, desde luego. En todos los colegios desde que el mundo es mundo ha existido la honrosa tradición de pegarle al gordito, al tartaja y al listo; en este caso, con los tres factores unidos en una sola persona, Kenny era el sueño húmedo de los nudillos de cualquier matón. Ahora está muy de moda el asunto de los abusos a niños, el bullying y toda esa mierda, pero quejarse de algo tan natural es de lloricas. Si te daban, pues te aguantabas y te las componías. Y punto. Tan pronto como pudo, se propuso hacer una carrera y librarse de su problema de dicción.
Aparte de eso, pues una infancia más o menos normal. Nunca tuvo demasiados problemas para aprobar las asignaturas, ningún follón por esa parte. Más tarde, en la edad comprendida antes de los maravillosos años veinte, no descubrió nada más allá de que las chicas no eran completamente inabordables... que no es poco descubrimiento, dicho sea de paso. Llegó a la Univiersidad con la mayor parte pagada por una beca del Estado ya allí se lució a base de bien. Siete años limpios, con el de especialización que gastó en saber “un-poco-de-todo”. Unas notas que no bajaron del ocho prácticamente en ninguna carrera. Vamos, un cerebro de lo mejorcito que salió de allí. Al final, con tesón y esfuerzo, consiguió labrarse un brillante porvenir y deshacerse de su tartamudez. Bueno, del todo del todo, no; el ceceo resultó estar provocado por una deformación congénita, así que no pudo hacer nada por ese lado. El cambio de metabolismo, aparentemente, no lo solucionó todo. Una pena.
VIDA EN LA CIUDAD
A ver... ¡de verdad hay que describirlo? Creo que la frase “médico de pueblo” lo define todo. Es como un médico de familia, pero con una jurisdicción bastante más amplia. Es la mejor faceta si quieres vivir todo aquello que viste en la carrera, porque desde luego lo que no te haya pasado no le ha pasado a nadie. En tres años que llevas ejerciendo en la ciudad has tratado accidentes, enfermedades, trastornos mentales, un brote de malaria (“¡Mire que ze lo dije! ¡Que no compraze máz en la teletienda! Pero claro, usted ni cazo... anda que me tiene contento)...
De cara a la gente es amable, cordial, con una veta un tanto cínica y, según alguna gente, quizás un poco raro. No se le conoce pareja formal, ni familia en la ciudad; sí que tiene algunos conocidos, pero a estas alturas es posible que estén fritos, ¿no? Tiene 28 años, lo que lleva a pensar que terminó la carrera con 25 y, si alguien ha estado enfermo alguna vez, es posible que haya estado en su consulta. ¿Para qué irse a otro lado? El doctor aquí es de lo mejorcito que hay...
Hacer un diario en tercera persona es de lo mejorcito si quieres darte autobombo sin parecer un fracasado.
POST-IMPACTO
Tras el gran impacto, vino el caos en la ciudad, yendo al hospital para echar una mano, más necesaria que nunca. Sin material, sin manos suficientes para despacharlo todo y, por añadidura, con un edificio que amenazaba con caerse.
Y no amenazaba en vano, ¿eh? Al mes de trabajar allí, hubo un crujido. La gente salió corriendo, mientras que yo me quedé a sacar a los que no podían desplazarse por su propio pie. No se si conseguirían escapar, pero yo quedé sepultado por el edificio. Incluso se desconocía si sobreviví, aunque... oye, si estáis leyendo esto, creo que la cosa está bastante clara, ¿no?