-¿Por que?...¿tienes miedo de morir?
Ay Dios... se había vuelto loca, tras el shock. Y ahora no tenía tiempo para darle el tratamiento adecuado, a menos que ese tratamiento consistiera en "dos hostias y vás que chutas".
-Hombre... te puedo azegurar que el que te caiga un edificio encima no ez nada placentero -respondió, tratando de razonar con ella- Azí que es baztante comprenzible que prefiera eztar fuera, zi.
-quedémonos aquí doctor, solo los dos, no hay nada bueno afuera, salvo nieve y muerte, me lo ha dicho él
-Uy zí, por zupueszto, como que aquí dentro no hay muerte -contestó él, cogiéndole la mano y tratando de llevársela, y a la vez de razonar con ella- De todaz formaz, hay un fallo en tu razonamiento... ¿te fíaz de lo que te dice el mizmízimo Diablo?
A ver si con ese argumento la hacía entrar en razón y se la llevaba. Porque iba a llevársela, aunque fuera a rastras. Que estuviera alterada por la conmoción no implicaba que pudiera dejarla ahí a la buena de Dios. O del diablo, como había dicho ella. Quién le iba a decir que, en el fin del mundo, iban a ser estas sus preocupaciones.